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Che, regalen libros

Estos días tuve la suerte de que me regalaran libros. De esos que te sorprenden, que si los viera en una librería, leería al menos la contratapa y figurarían entre mis pendientes. Así que al tenerlos en mi mano, me emocioné. Una emoción que no tenía que ver sólo con el afecto hacia quien hizo el regalo, ni con la llegada de un objeto deseado. El fin de estas líneas es explorar las raíces de estas sensaciones.
Regalar un libro no es cualquier cosa. Se basa en una acción múltiple. Por un lado implica una apuesta de que a la persona a la cual le vas a obsequiar el libro la conocés tanto como para elegirle algo que le puede interesar. Y ese algo son palabras dispersas, significantes inútiles que lo tocarán, le llegarán. De alguna forma le estás diciendo al otro, yo sé de vos, te entiendo. Pero es un conocimiento al menos parcial, o (disculpen el abuso de términos psicoanalíticos)  un conocimiento que implica a la falta. Pues con un libro regalado te estoy diciendo yo sé de vos, pero hay algo que no sé. Al menos no sé si ese libro lo tenés en tu biblioteca, o si ya lo has leído. Y esa falta permite la existencia del obsequio, ya que te entrego un misterio, el de un libro qué desconozco qué impacto tendrá en vos.
 Y por otro lado, está la cuestión de que uno en el obsequio del libro entrega algo propio. Pues en la elección del libro a regalar, uno también se reconoce. Después de revisar varios stands de libros, no elegimos cualquier cosa. Entre varias opciones, siempre seleccionás el que esté un poquito más cerca a vos, a tus gustos, a tus creencias, a tus prioridades o lo que sea. Es decir, al regalar un libro nos ofrecemos como obsequio hacia la otra persona.
Mientras escribo estas ideas un tanto sueltas, cruza por mi mente el recuerdo de esa frase de Borges que dice: “De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo. El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de su voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación:”
¿Por qué habrá venido esa cita a mí? A lo mejor sea porque quien regala un libro, te obsequia al menos la posibilidad de imaginar y de que algo nuevo quede en tu memoria.

Emocionarme ante un regalo de libros entonces creo que tiene que ver con que el otro se animó a conocerme y entregarme algo de su propia vida. Y, al mismo tiempo, me habilitó un camino apto para que mi memoria y mi imaginación rueden, se muevan. Así que che, regalen libros.

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