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Mostrando las entradas etiquetadas como psicoanálisis

De otro planeta

 Pequeña participación en la Ronda Literaria Abierta Internacional

Asociación libre post vacaciones

Hoy volví a trabajar. Una casualidad llevó a que gran parte de estos quince días de vacaciones yo estuviera sin teléfono, sin internet. La experiencia fue extraña. No revisar a cada rato redes sociales. Obviar noticias a las que en otro momento hubiese dado atención. Sentarme a mirar la nada. Jugar con mis hijas sin interferencia tecnológica. No estar preocupado por la batería del teléfono. El celular, símbolo epocal de mi rutina, vacacionaba. Pero ese paraíso anti tecnológico enseguida mostró sus fracturas. Se me imponía la sensación de estar perdiéndome algo importante: un comentario de un grupo de whatsapp, el saludo de algún amigo que hace mucho que no veo, la conexión con los seres queridos que están un poco más lejos. Es así que me pregunto ¿qué relación existe entre teléfonos celulares y vacaciones?, ¿qué lugar en nuestra rutina tienen estos aparatos telefónicos?, y, fundamentalmente, ¿cómo entrar y salir de ellos sin morir en el intento? En El malestar en la cultura Fre

Che, regalen libros

Estos días tuve la suerte de que me regalaran libros. De esos que te sorprenden, que si los viera en una librería, leería al menos la contratapa y figurarían entre mis pendientes. Así que al tenerlos en mi mano, me emocioné. Una emoción que no tenía que ver sólo con el afecto hacia quien hizo el regalo, ni con la llegada de un objeto deseado. El fin de estas líneas es explorar las raíces de estas sensaciones. Regalar un libro no es cualquier cosa. Se basa en una acción múltiple. Por un lado implica una apuesta de que a la persona a la cual le vas a obsequiar el libro la conocés tanto como para elegirle algo que le puede interesar. Y ese algo son palabras dispersas, significantes inútiles que lo tocarán, le llegarán. De alguna forma le estás diciendo al otro, yo sé de vos, te entiendo. Pero es un conocimiento al menos parcial, o (disculpen el abuso de términos psicoanalíticos)  un conocimiento que implica a la falta. Pues con un libro regalado te estoy diciendo yo sé de vos, pero ha

El bar

Se podría recurrir a ingenuas comparaciones y absurdas analogías, como que de levantar la quiniela pasaron al diezmo y la limosna; o que de la ginebra y el licor Legui fueron a bendecir el vino para la misa; o que del pool, el sapo y el truco se deslizaron hacia el bautismo y la comunión. Pero insisto, sería ingenuo, superfluo y carente de la metaforización buscada. ¿Cómo es que el lugar que las viejas del barrio odiaban, porque al pasar les gritaban pavadas injuriosas, se convirtió en un lugar por ellas mismas venerado a la hora de juntar ropas para los pobres? Aunque si uno lo piensa bien, el verdadero odio de las viejas provenía de que el bar les quitaba a sus maridos. Los tipos volvían de laburar en el campo y no querían escuchar las pavadas de la novela de turno de Andrea del Boca o las quejas de las maestras por los traviesos hijos. Entonces ahí se construía la verdadera misión del bar, opción evitativa frente a los malestares diarios, escape de posibles querellas marital